miércoles, 31 de diciembre de 2008

Las Tres Damas, Descendiendo por el Anduin, 2.3

Aún era temprano, el sol brillaba con intensidad y el cielo azul estaba inmaculado; el afluente por el que habían ascendido pasaba con lentitud sus cálidas y poco profundas aguas ante los ojos de aquellos hombres, mujeres y hobbits que acababan de comer y se sentían satisfechos.

Habían echado sobre la hierba unas gruesas y amplias mantas, muy suaves y sobre ellas se habían tumbado y colocado las cestas de comida, las cantimploras y un par de botellas de buen vino que la dama de Rohan había traído de su país.

Valentina y Frodo parecían dormitar, pero Frodo aún exhalaba humo de su pipa impregnando el ambiente de un aroma fuerte y a la vez afrutado.
Aragorn había recitado una poética canción que narraba las andanzas de algunos de sus antepasados en la lejana y perdida Númenor. Arwen le escuchó atentamente, casi viendo en su mente las imágenes y los acontecimientos de los versos pronunciados con versatilidad en la lengua de los dúnedain.
Después de que Aragorn terminara con el relato, Boromir se encargó de traducirlo al oeston con voz suave y muy cercano al oído de su dama, a Éolywyn le encantaba escuchar historias antiguas y a veces, gustaba de transcribirlas para poder relatarlas en aquellas escasas veladas en que toda su familia solía reunirse, sobre todo si las historias tenían batallas y acciones de guerra.

Algunos mosquitos zumbaron cerca del oído de Boromir, éste se sacudió un momento y se levantó:
-Cerca de aquí existe un cerro alto desde el cual se domina la desembocadura y puede verse la isla de Tolfalas.
-¿Conoces el lugar? – preguntó Aragorn.
-Si, en una ocasión, hace mucho tiempo, mi hermano y yo acudimos en defensa de Pelargir, recorrimos la región expulsando a los Corsarios de Umbar… - Boromir se giró hacia Aragorn – el lugar presenta una buena visión, como punto estratégico…
De pronto cayó y miró a su dama, parecía entristecido, ella comprendió de inmediato, a Boromir no le correspondía dar consejos al Rey, él no era su senescal ni su capitán, si el Rey quería de su experiencia y conocimiento ya preguntaría.

Éolywyn se puso en pie y tomó la mano de Boromir:
-Si no queda lejos, me gustaría ir.
-Guíanos Boromir, el ejercicio me hará bien, he comido tanto como esos dos hobbits y creo que es demasiado para un solo dúnadan.
Arwen se incorporó arreglándose un poco las mangas que se las había recogido y colocándose de nuevo el calzado, miró hacia los dos medianos que parecían del todo dormidos y con una sonrisa se volvió hacia los demás:
-Creo que Frodo y Valentina no nos acompañarán.

Boromir les llevó por lo que parecía un sendero olvidado, estaba muy escondido entre la maleza y algunas ramas caídas de los árboles, pero llegaron al pie del cerro, un macizo cubierto de arboleda y altos setos.
-Por aquí recuerdo que se ascendía mejor – dijo avanzando un poco hacia el Norte.
Éolywyn y Arwen iban en medio y Aragorn en último lugar. Comenzaron el ascenso en zigzag sin ninguna dificultad y sólo en algunos tramos, donde las piedras parecían sueltas, Boromir ayudó a las damas mientras Aragorn le aconsejaba donde poner pies y manos.
Una vez arriba, la vista era excelente. Podía verse el mar de un azul plata brillante y como el Anduin depositaba sus aguas en aquella enorme bahía y allí, precediendo el delta desde el mar, la isla a la que se dirigían, algo escabrosa y acantilada en algunas zonas y suave y arenosa en otras.

Arwen pronunció algunas palabras en sindarin, Éolywyn la miró sonriente y le contestó en el mismo idioma y ambas comenzaron a hablar en la hermosa lengua de los elfos Sindar. Éolywyn había aprendido el sindarin, porque en su familia era un tesoro heredado de su antepasada elfa y había pasado de generación en generación y así seguiría siendo.
No tenía muchas oportunidades para hablarlo, sólo con sus hermanos y muy ocasionalmente con algún elfo si es que se encontraba con uno, por eso se alegró que Arwen lo hiciera, ella lo hablaba de una manera tan majestuosa, tan hermosa y musical, que Éolywyn se oía a sí misma algo tosca y de pobre entonación.

Aragorn y Boromir avanzaron por la redondeada y amplia cima mirando el lugar y las vistas con más ojos de estrategas que por la admiración del paisaje.
Aragorn comenzó señalando hacia el Sur:
-…Umbar debe quedar bien defendido, desde Harad puede provenir un ataque inesperado.
-Los Númeroreanos Negros son aguerridos y valientes no cejarán en su empeño de reconquistar la Ciudad de los Corsarios – dijo Boromir, pues Gondor siempre había sufrido ataques de estos temible enemigos.

Aragorn observó tranquilo las vistas y notó como la brisa cambiaba acariciándole la cara con cierto olor a mar:
-Boromir, me alegro de que me dieras a conocer este lugar, como bien dijiste antes, es un excelente punto estratégico que tendré siempre en cuenta.
Boromir inclinó la cabeza a modo de saludo y mantuvo silencio.

El descenso fue rápido y cuando regresaron al lugar de acampada encontraron aún dormidos a Frodo y Valentina, pero, el ondulado y oscuro cabello de Valentina estaba desordenado, el blusón medio desabrochado y un rubor encantador en sus mejillas, Frodo estaba junto a ella abrazándola por la cintura como impidiendo que se escapara, sonriente y feliz. Los cuatro se miraron divertidos y Arwen se aventuró a decir:
-Aquí ha habido algo más que una plácida siesta.
-Creo – dijo Boromir tomando por el talle a su dama – que estos hobbits han estado muy entretenidos en nuestra ausencia.
Y se echaron a reír.


continuará...

3 comentarios:

Rebeca Gonzalo dijo...

Como siempre con ganas de seguir leyendo. Me ha gustado el final. Das un toque especial a los personajes que creó Tolkien. ¡Feliz año nuevo!

Arwen Anne dijo...

Desde luego ganas de seguir leyendo tengo, está genial y le has dado un toque muy especial a los personajes de Tolkien.

Feliz año y felicidades

Maeglin dijo...

Jejeje nunca ni en el Frodo del libro ni en el de las películas lo había intuido tan fogoso como en tu relato SENDERISTA. ;-)

Recuer2