jueves, 15 de enero de 2009

Las Tres Damas, Descendiendo por el Anduin, 2.4

Ya en el barco, la luna llena avanzó en el oscuro cielo iluminando las aguas mientras el navío descendía tranquilo y silencioso. Casi todos estaban durmiendo sólo aquellos marineros de turno se movían por la cubierta como silenciosas sombras.

Éolywyn y Boromir se encontraban en la proa, cubiertos con sus capas, pues la suave brisa nocturna era fresca y algo húmeda. Boromir abrazaba a su dama desde atrás y ella rodeaba sus fuertes brazos con sus manos y apoyaba su cabeza en su pecho. Él dejaba que los cabellos de ella, mecidos por el viento, acariciaran su rostro.
-¿Eres feliz de volver a verlos?- preguntó la mujer.
-Siempre que tú estés, yo seré feliz.
-Pero, tenías dudas antes de acudir.
-Esas dudas se han disipado – susurró Boromir.
Éolywyn se volvió para mirarlo a los ojos:
-¿Crees que Frodo…, te odia?
-No, estoy seguro que no me elegiría como amigo, pero no me odia; yo, sin embargo…, me siento avergonzado, siento en mi corazón que nunca estaré a la altura de ninguno de ellos y eso me turba – dijo Boromir bajando la vista, pero Éolywyn le tomó su rostro entre las manos:
-Creo que te equivocas, mi amado caballero, ¿piensas qué los Valar le han devuelto la vida a un hombre que no lo merece?, que innecesario, que esfuerzo tan fútil si así fuera.
“Fuiste débil y pagaste con tu vida esa debilidad, pero no fuiste ni codicioso como Saruman que ansiaba el poder del Anillo para convertirse en un Señor Oscuro, ni egoísta como la criatura Gollum que lo deseaba sólo para él. Hasta el más grande de todos los edain, el Rey Isildur, lo ansió porque era una joya poderosa como heredad de su casa. Ellos no han vuelto, pero tú si.
-Si estoy aquí es por ti, por tu amor y tu sacrificio…, nuestro amor no dará frutos y nunca podremos vivir el uno sin el otro, unidos hasta en nuestra muerte…, ¿no es así?, ¿no fueron esas las palabras?
-Si, nosotros dos solos hasta el final.

Éolywyn se apoyó en su pecho y dejó que Boromir la abrazara con fuerza, sabía que a él le hubiera gustado tener hijos, pero ahora sería imposible; para la dama lo más importante era tenerle allí en el mundo de los vivos y Boromir se sentía dependiente de la mujer, porque su amor y su fuerza le daban vida y lo alimentaban, no es que Boromir no fuera capaz de hacer cosas por sí mismo, es que el destino de ambos estaba unido hasta que uno de los dos pereciera y el otro le seguiría sin remedio al descanso eterno.

El único observador de aquella escena era Aragorn que, desde un rincón oscuro y apartado, cercano al timón, se había sentado a fumar de su pipa.
Se ocultaba bajo su capa con la caperuza sobre la cabeza, parecía aquel montaraz misterioso que espiaba a los alborotadores hobbits en la posada del Poney Pisador en Bree.

Contemplaba pensativo a Boromir y Éolywyn y no dejaba de preguntarse con qué fin los Valar habían devuelto la vida a aquel hombre, ¿cómo era posible qué a él le hubieran dado una segunda oportunidad?

Cuando Boromir se presentó ante él, poco después de su ascenso al trono, casi no pudo creerlo, le resultó como poco imposible, pues él mismo había amortajado su cuerpo muerto y frío y junto a sus compañeros de aventuras, Legolas y Gimli, le dieron el último adiós. Pero allí estaba, de pie ante él como un simple mortal, era Boromir.

En aquel día Faramir se hallaba junto a su rey, sentado en el banco sencillo que los Senescales de Gondor ocupaban; cuando su hermano se retiró la capucha que lo ocultaba, Faramir no pudo impedirlo y poniéndose en pie exclamó su nombre, pero Aragorn se quedó quieto y silencioso, perplejo y sin saber que pensar.
Faramir se acercó a su hermano y le tocó casi con miedo:
-…, pero yo vi tu cuerpo descendiendo por las aguas del río…, Aragorn te acompañó en tus últimos instantes… - Faramir le miraba sorprendido y con los ojos acuosos.

Boromir narró parte de su historia, pero no todos los hechos, Aragorn se dio cuenta que eludía ciertos puntos. Le hizo preguntas hábilmente, pero Boromir supo ocultar parte de su verdad. Sea como fuere, él estaba allí de nuevo, como un Beren al que se le ofrecía una nueva oportunidad, pero Aragorn pensaba que por muy noble y valiente que Boromir hubiera sido en su otra vida, y que lo fue con creces, no había hecho nada tan digno como para merecer una segunda oportunidad de vivir.

Muchos otros habían perecido por sacrificarse para el bienestar de los demás, luchando por causas muy nobles, llorados por sus pueblos porque ya nunca obtendrían ni su sabiduría ni su luz y a ninguno se les otorgó ese don de volver a la vida.

Aragorn exhalaba humo y contemplaba como la pareja desaparecía tras el umbral que comunicaba con las estancias asignadas a ellos. Boromir había renunciado a todo a favor de su hermano que consideró más sabio y digno que él y aunque había desaparecido en parte aquella altivez y se le veía más feliz y distendido, Aragorn vio en él una sombra de melancolía, sobre todo cuando se encontraba cerca de Frodo.

continuará...

6 comentarios:

Arwen Anne dijo...

es precioso lo que eres capaz de sacar de tu cabecita. Me he pasado un rato para sacar unas cosas del ordenador y me encuntro con este texto tan bueno, mil gracias, esto anima

besos

Maeglin dijo...

Aragorn puede ser lo esceptico que quiera ante este segundo advenimiento de Boromir pero yo lo estoy disfrutando como un enano o mejor dicho como un Naugrim.
Gracias Eolywyn. ;-)

ALGORITMO dijo...

Hola mi querida amiga senderista. Ya sabes que soy fiel seguidor tuyo, pero hay algo que quería preguntarte; ¿como haces para que suene la música al abrir tu Blog?
¿Podrías darme la dirección Web del sitio?
Gracias anticipadas
Algoritmo

~PakKaramu~ dijo...

Visiting you

ALGORITMO dijo...

¡Gracias preciosa! Ya tengo mi música en directo incorporada. Ya puedes entrar y disfrutar de una de los mejores sonidos inventados por el ser humano. Dime si te ha gustado.
Besos

Erwin dijo...

Te devuelvo el cumplido Dama de los Rohirrim, ciertamente me ha gratificado conocer tu blog, pues disfruto hace ya muchos años de la fascinación por la Tierra Media.

También es curioso, Senderista, que en mis años más jóvenes yo también lo fuese, aunque la vida finalmente me haya alejado de tan noble afición.