viernes, 12 de diciembre de 2008

Las Tres Damas

Descendiendo por el Anduin, 2.2

Al día siguiente, y viendo que Valentina se encontraba bien, dispusieron de hacer una visita a la orilla sur del Anduin, se encontraban próximos a las Bocas del Anduin (la desembocadura), y pensaron que perderse en aquel caluroso día con tres barcas sin un destino prefijado, sería estupendo para estar los seis juntos sin ser molestados por criados ni doncellas, además remar en las barcas les trajo recuerdos a Aragorn, Boromir y Frodo, de aquellos días pasados.

Las tres barcas blancas y ligeras fueron dispuestas en el agua, junto al casco del barco se había colocado una especie de embarcadero para que las damas pudieran subir a las barcas sin ninguna dificultad.
Arwen se encontraba junto a Aragorn dentro de uno de los botes, había elegido para la ocasión un vestido de amplias mangas con un corpiño ajustado, poco escotado y una falda pantalón que dejaba ver sus flexibles botas de una piel grisácea. Se recogió el cabello en un complicado moño con pequeños adornos dorados; Aragorn la contemplaba embelesado y mantenía la estabilidad de la embarcación con el remo atravesado.

Boromir ayudaba a Éolywyn a subir a su correspondiente bote, ella sonreía divertida, aquella pequeña escapada le daría un poco de emoción al viaje. Para estar cómoda se había vestido con unos amplios pantalones y unas altas botas, un blusón de mangas ajustadas y anudadas desde el hombro hasta las muñecas y llevaba una especie de sobrevestido ajustado al talle de amplio faldón abierto por delante y por detrás, se recogió el pelo dorado en una larga trenza; una vez dentro del bote y bien acomodada miró a Valentina y le gritó dándole ánimos:
-¡Vamos Valentina!, si no pasa nada.

La hobbit se encontraba en cubierta, se había sentado en un pequeño columpio que descendía hasta el embarcadero donde Frodo la esperaba. Valentina se agarraba a las cuerdas cerrando los puños con fuerza, los nudillos estaban blancos, al igual que su faz y los ojos cerrados para no ver el descenso.

Cuando notó que los marineros la balanceaban con suavidad para descender, Valentona apretó aún más los ojos. La idea de comer en tierra firme le pareció al principio excelente, pero cuando comenzó a pensar como descendería, no pareció gustarle tanto, al igual que viajar en una pequeña barquita que se impulsaba con los remos que Frodo sostenía. No es que dudara de que su esposo no supiera llevar el bote, pero ellos eran dos pequeños hobbits que podían ser rápidamente arrastrados por la corriente en caso de caer, a demás, estaba el hecho de que los padres de Frodo murieron en el río cuando su barca se hundió.

Valentina se había puesto unos amplios pantalones, camisa de mangas largas y abombadas, chaleco largo y amplio, y con un bonito pañuelo se sujetaba los abundantes rizos.
Frodo observaba sonriente como descendía su esposa, con los ojos cerrados y los nudillos blancos de tanto apretar; cuando sus peludos pies toparon con el suelo de madera del improvisado embarcadero, Valentina abrió sus oscuros y grandes ojos dejando escapar un largo y sonoro suspiro.
El panorama era el siguiente: Arwen y Aragorn la miraban sonriente desde su bote, que era el más distante; Boromir la contemplaba muy serio e intentaba alejar con suavidad su embarcación de la plataforma de madera; Éolywyn que se agarraba con suavidad a la barandilla, sonreía mientras inclinaba ligeramente la cabeza instándola a que subiera a bordo de su bote y Frodo la observaba algo divertido, estaba de pie dentro de su embarcación y se mantenía bastante estable.

Valentina se puso en pie, se estiró las ropas y se recogió algún rizo bajo la pañoleta, miró algo desconfiada al suelo que había bajo sus pies y dijo con aire de orgullo:
-No es nada…, sólo que…, me da miedo la altura.
Boromir la miró de reojo muy serio y silencioso, comenzó a remar hasta llegar a la altura de Arwen y Aragorn. No conocía a Valentina, de hecho era la única hobbit femenina que conocía, le parecía que era algo torpe y asustadiza, pero, quizás es que las damas hobbits eran así. Él había hecho buena amistad con Merry y Pippin, a los que deseaba volver a ver en aquella reunión organizada por Aragorn, eran hobbits valientes, alegres y bastante hábiles; Frodo había demostrado su entereza y fuerza de voluntad y Sam su fidelidad y valentía, pero aquella hobbit no parecía gustarle nada, sólo era un paseo en barca y nada más. Oyó la voz de su compañera y volvió a la realidad.
-Pobre Valentina, todo esto la supera.
-No sé por qué tiene tanto miedo, Frodo sabe manejar el bote – dijo Boromir observando como la barca de los hobbits se acercaba a ellos y Valentina se aferraba a la barandilla con fuerza.
Aragorn giró su embarcación tomando la posición delantera:
-Nos introduciremos en ese afluente, la corriente es suave y no será difícil ascender. Boromir quédate en último lugar y dejemos que Frodo y Valentina vayan en medio.

Recorrieron un trecho, hacia calor y el día iba alcanzando su madurez poco a poco, a ambos lados, las orillas eran arenosas y suaves y la línea de árboles estaba cercana al agua.
Podían oírse el canto de distintos pájaros y el chapoteo de algunos animales que huían asustados ante los extraños visitantes.
Valentina se sentía inquieta, tenía hambre:
-¿Cuándo comemos? – gritó con su voz clara y algo chillona.
Boromir frunció el entrecejo:
-Los hobbits siempre igual, aún no es media mañana.
Valentina se giró, la barca de Éolywyn y Boromir estaba muy próxima a la suya:
-A nosotros los hobbits nos gusta comer y comemos cuando tenemos hambre y yo, ahora, estoy hambrienta – replicó volviendo la cabeza al frente.
-Si tienes hambre- dijo Frodo – sólo tienes que abrir una de esas cestas, todos llevamos comida en abundancia.

Aragorn dirigió su bote a la orilla de dejó que se deslizara por la arena con suavidad, Frodo y Boromir le siguieron y la escena de las tres embarcaciones les recordó el momento previo a los Rauros, cuando la Compañía de los Nueve estaba a punto de disolverse.

Arwen avanzó con pasos ligeros por la orilla, el lugar era encantador, hacia el interior había un claro de hierba suave, protegido del fuerte sol veraniego por las copas de los árboles que lucían frondosas sus ramas.
-El lugar es apropiado para come – dijo con voz suave y una mirada dulce y encantadora a Aragorn.
-Sabía que te gustaría, aquí hay mucha paz.
Arwen se acercó a su esposo, el Rey, sonreía llena de amor por él, le acarició sus largos cabellos peinándoselos con sus dedos y él, sin poder resistirse, la besó en ternura en los labios.
Arwen era por entero feliz y jamás habría cambiado esos momentos junto a aquel hombre, su destino estaba sellado por aquel amor.

3 comentarios:

Maeglin dijo...

Un Pinnic de media mañana al que hubiera pagado lo que me hubieran pedido por asisitir y compartir cubiertos con Arwen o Boromir. Aunque eso sí, por lo que leo, hubiera ido un poco de "sujeta-velas" de tanta parejilla. ;-)

Franziska dijo...

Acabo de ver que tengo dos capítulos pendientes de leer. Volveré en cuanto pueda a zanjar esa situación. Hoy estoy recorriendo todos los blogs con los que estoy en contacto para felicitarles, lo siento.

Franziska dijo...

Que todos tus días sean días de paz.
Que todas tus noches sean Navidad.
Que todos los días habites un niño.
Que seas feliz, que vivas dichosa.

Este es mi deseo para los trescientos
sesenta y cinco días de todos tus años.
Y añado, para los bisiestos, otro día más.

Una estrella deslumbrante avisa
la llegada de un Dios que es Amor
nacido para extirpar del corazón del hombre
la miseria del odio y de las guerras.