martes, 9 de diciembre de 2008

Las Tres Damas

Descendiendo por el Anduin, 2.1


Las tres damas sonreían divertidas, se hallaban en el amplio y luminoso camarote de Arwen, echadas cómodamente en la cama y rodeadas de mullidos cojines. Arwen y Éolywyn habían pasado la tarde hablando sobre las costumbres de las mujeres rohirrim, eran audaces y atrevidas, no parecían conocer el miedo y si hacia falta eran capaces de enfrentarse al peor de los enemigos, como demostró Éowyn luchando e hiriendo de muerte al propio Señor de los Nazgûl.

Éolywyn no se había quedado atrás, su aventura, que tuvo lugar en los días finales de la Guerra del Anillo, la llevó hasta un castillo siniestro custodiado por el espíritu de un brujo condenado a vagar entre las ruinas de lo que fue su hogar; ella junto a la bruja Mineltar y el drúadan Aghâ-daru, se vieron enfrentados a extraños orcos, una poderosa hechicera y la furia vengativa del espíritu del brujo. A pesar de la pena que la embargaba en aquellos días por la muerte certera de su amado Boromir, Éolywyn liberó de la tortura y los hechizos a un hermoso caballo meara que consintió en dejarse montar por su liberadora y llevarla al campo de batalla en ayuda de sus hermanos.

A Arwen aquella historia siempre la había intrigado, era una gran hazaña y ella, equivocadamente, había considerado a las mujeres de los pueblos no élficos, algo débiles, sumisas y falta de carácter.
Pero, ahí estaban Éolywyn y Valentina en cuyas vidas habían tenido lugar acontecimientos extraordinarios.

La hobbit se unió a las dos damas algo más tarde, había estado durmiendo un poco, recuperándose de los mareos y vómitos con la infusión de athelas que Aragorn le preparó. Parecía estar como nueva, se sentía muy bien y lo suficientemente fuerte para caminar por si sola.

Arwen se alegró mucho al verla entrar en su camarote, sonriente y con los rizos bien peinados, la hobbit subió hábilmente a la cama y se acomodó lo mejor que pudo.
-…, pero, mi padre sigue empeñado en la venta ambulante de miel – decía Valentina encogiéndose de hombros – ya no le hace falta ese tipo de cosas, soy la esposa de Frodo, el Bolsón mejor acomodado de Hobbiton y mi marido – decía muy orgullosa – puede comprar el mejor puesto del mercado para instalar una bonita tienda que venda productos de miel, eso sería la envidia de muchos, que durante años nos consideraron pobres…
-Tu padre no desea aprovecharse de la situación – dijo Éolywyn – su orgullo se lo impide.
-Mas bien diría yo su desprecio a los Bolsones, aún no ha superado que su amada hija Valentina esté casada con un Bolsón de Bolsón Cerrado, para él todo lo que Frodo sufrió no significa nada más que una “locura más de los Bolsón” – el enfado de Valentina era más que evidente.

Arwen se acercó a ella y le acarició los rizados cabellos, el gesto la tranquilizó sintiendo como una paz la invadía:
-Quizás Valentina, a lo que tu padre le cuesta superar es el hecho de que te casaste para formar tu propia familia, y no que tomaras por esposo a Frodo. Él no acepta que te separaste de su lado y que ya no eres una pequeña hobbit que necesitas protección – Arwen hablaba con conocimiento de causa, su padre nunca había deseado el compromiso entre ella y Aragorn y si hubiera podido, se la habría llevado con él a las Tierras Imperecederas, pero ella, para bien o para mal, había entregado su corazón y su esperanza a Aragorn, y sólo la muerte precipitada de éste la habría hecho partir de Tierra Media:
-Así actúan los padres, protegen y miman demasiado a sus hijas y no piensan que como personas individuales tenemos nuestra propia vida.
-Mi padre por el contrario no pensaba de esa forma – dijo Éolywyn – yo era su única hija de tres varones y me crió prácticamente, igual que a mis hermanos; nunca me retuvo en casa y solía llevarme con él a sus viajes, me enseñó todo lo que se debe saber sobre caballería y me regaló una espada hecha a mi medida…, nunca me obligó a tomar marido y si yo quería cabalgar sola, a él no parecía importarle. Claro, que esta forma de actuar trajo muchos quebraderos de cabeza y discusiones a mi madre, una mujer bastante rígida y costumbrista.

Arwen la miraba sonriente y con esa gracia élfica que la hacía inigualable:
-Parte de su espíritu anida en ti y te veía como a un igual, al no empujarte a tomar marido, te retuvo siempre a su lado.
Éolywyn se quedó pensativa durante un rato, nunca lo había visto de ese modo, pero Arwen tenía razón. El hijo predilecto de su padre era su hermano mayor, pero el gran tesoro de su casa era ella, así se lo había dicho en algunas ocasiones y siempre había mantenido ese tesoro a su lado.


continuará...

3 comentarios:

Maeglin dijo...

Jejeje auténtica tertulia femenina en la Tierra Media con casi todos los pueblos libres representados en las aventuras de sus mujeres.

Rebeca Gonzalo dijo...

¡Qué pasada! No dejas de sorprenderme añadiendo aún más detalles a personajes ya creados anteriormente por el gran Tolkien y haciendo que estos no sólo revivan una y mil veces en tu novela, sino que crezcan y se relacionen con personajes nuevos que encajan pefectamente en la trama general. Me parece una tarea dificilísima, sinceramente, puesto que además de imaginación aportas continuidad a una saga que ha encandilado a medio mundo (me incluyo). ¡Enhorabuena!

elbucolico dijo...

Muy bonito, si señora es una autentica joya, un saludo.