miércoles, 4 de febrero de 2009

Las Tres Damas, Conversaciones de Alcoba, 3

La isla de Tolfalas se presentó ante ellos pintada de rojo por el amanecer, parte de sus costas aún permanecían oscurecidas por las sombras y las brumas que la envolvían dándole un aspecto irreal, como si aquel trozo de tierra se formara a partir de la grisácea niebla y fuera tomando forma con la calidez de los primeros rayos del sol.

La nave había salido del delta dejando atrás el Anduin para encontrarse con aquella isla de altos y blancos acantilados y sus habitantes más habituales, las aves marinas.

Cuando Éolywyn subió a la cubierta, Arwen se hallaba de pie en la proa observando las oscuras y tranquilas aguas, aún era temprano y el astro rey no se había alzado sobre el horizonte del Este. Éolywyn se acercó silenciosa, bien abrigada con su capa y la larga y gruesa trenza rubia medio deshecha, miraba la sombrada y neblinosa isla, el sonido del agua al ser cortada por el casco de la embarcación era el único sonido que las acompañaba, la dama de Rohan se despertó temprano porque deseaba ver el mar con las primeras luces, pero Arwen estaba allí por un motivo distinto.

Miraba hacia el Oeste, su vista se pedía más allá del horizonte, intentaba escrutar con su visión élfica algún atisbo de la Tierras Imperecederas, pero sabía que aquello era del todo imposible y eso la entristeció, se giró cabizbaja y miró por un momento a la mujer rubia, la compañera de Boromir.

Éolywyn vio lágrimas en sus ojos y quiso decir algo, pero Arwen siguió caminando hasta desaparecer, entonces una gaviota cantó al viento y los primeros rayos del tocaron las cimas más altas de Tolfalas.

Todos habían estado muy entretenidos durante aquel día, la llegada del Rey Elessar hizo que los habitantes de la isla se preparan para unos días de ajetreos.
Para los dos hobbit se habían acomodado una amplia estancia para sus necesidades, la cama grande y mullida tenía unos bancos laterales para que accedieran cómodamente y las mesitas eran más bajas de lo que la Gente Grande suele usar. A Valentina le gustó la alcoba, pero la cama le pareció demasiado espaciosa.

Éolywyn y Boromir pasaron casi todo el día paseando por la playa y visitando lo acantilados, a la dama de Rohan le fascinó las olas rompiendo en las abruptas rocas del acantilado y aquel sonido, como el eco de una tormenta que retumbaba por entre las grietas que ascendían hasta las lomas.

Se vieron poco, e incluso, cada uno cenó en sus aposentos, estaban cansados y no se celebraría ninguna fiesta hasta que llegaran unos visitantes un tanto especiales.
Aragorn se había pasado todo el día atendiendo despachos traídos por los correos desde Minas Tirith y a penas si tuvo tiempo para algo más. Cuando pareció que todos los asuntos de estado habían concluido, se dirigió a su estancia algo cansado.

Arwen le había estado esperando, solitaria se había dedicado a bordar una tela con complicados dibujos que ella misma diseñó y se inspiró en Lórien. Después de que su doncella le cepillara su oscuro y ondulado cabello, la dama Undomiel quedó sola y pensativa dirigió su mirada hacia el exterior, desde donde veía el mar y el atardecer. Observó como declinaba el día, el sol se fue ocultando tras el horizonte neblinoso del mar y las primeras estrellas comenzaron a brillar en aquella fresca noche de verano.

Arwen no pensaba en nada en concreto, sólo era feliz, se acariciaba el vientre con una mano y presentía que muy pronto su vida estaría colmada de una nueva y pequeña felicidad que ella y Aragorn se encargarían de alimentar, pero aún era pronto.

Aragorn entró y su esposa se le acercó para besarlo:
-Espero que no estés demasiado fatigado.
-Mi hermosa dama, el verte ya me refresca y renueva mis fuerzas – dijo Aragorn sacando del bolsillo una misiva – esto llegó esta misma mañana, al parecer, nuestro amigo Gimli se dirige hacia aquí con una compañía de Enanos, desean explorar las montañas del Sur de Gondor y Gimli retornará río arriba junto a nosotros para el encuentro de los Nueve en Minas Tirith.
-¿Enanos en Harondor? (Gondor del Sur) – quedó extrañada Arwen.
-Según esto, sólo son una pequeña compañía de exploradores, creo que será bueno para esta región se los enanos abren rutas de comercio desde las Cavernas Centelleantes – dijo Aragorn dejando a un lado la carta y tomando la mano de su esposa comenzó a besarla y lo que aconteció no se describe aquí.


continuará...

3 comentarios:

Arwen Anne dijo...

cada vez me gusta esto más, gracias por y espero la continuación

besos

Maeglin dijo...

Que estampa tan bucólica dibujas en este capitulo para todos los protagonistas casi estoy por sospechar que sea la calma previa a una gran tempestad de aventuras.
seguiré leyendo y como dice Arwen nane hantale por la historia.

Anónimo dijo...

Tolkien estaría orgulloso sin duda. Tienes una imaginación deslumbrante, compañera. ¡Enhorabuena! Tiene mucho mérito lo que haces. Cuídate.